De pequeño tamaño y muy resistente, el parvovirus canino se contagia a través del contacto oral de tu cachorro con las heces de otro perro y cuenta con la particularidad de replicarse muy rápido, afectando a la parte más superficial de la mucosa gastrointestinal y destruyendo las células epiteliales de las criptas. Esto ocasiona vómitos y diarreas hemorrágicas y como consecuencia, mala absorción de nutrientes y una deshidratación importante. Pero su gravedad va más allá cuando se disemina a la médula ósea y comienza a afectar a los neutrófilos, células defensivas del organismo de tu peludo. Si bien es verdad que es una enfermedad infecciosa importante, si el perro es hospitalizado y recibe un tratamiento intensivo, su salud puede recuperarse con éxito en un 60 al 90% de los casos, dependiendo de la severidad de los signos clínicos.

Cachorro de raza mixta con parvovirosis en el hospital veterinario. Todorean-Gabriel
De la familia parvoviridae, el parvovirus es un virus de diminuto tamaño, de ahí su nombre, ya que parvo significa «pequeño» en latín. Tiene forma de icosaedro y es de ADN monocatenario. Apareció en 1978 y no se conoce muy bien su origen, aunque lo que sí se ha demostrado es que comparte genoma en un 98% con la panleucopenia felina. Algunas variantes del virus pueden afectar al gato doméstico pero no se transmite a humanos. Hay teorías que apuntan, de hecho, a que es una mutación del virus de la panleucopenia felina que finalmente ha acabado afectando a los perros, especialmente a los cachorros. A partir de la variante tipo 2 han ido apareciendo con el tiempo tres cepas más: la 2A, la 2B y recientemente, la 2C. Debido a los protocolos vacunales implementados en los últimos tiempos, la agresividad del virus se ha ido atenuando y ya no es tan frecuente que se den las miocarditis y muertes súbitas que tenían lugar hace unos años.
¿Cómo se produce el contagio?
La transmisión es fecal-oral y una vez se contagia el cachorro (también puede darse en perros más adultos, aunque no es tan común, o puede ocurrir por la transmisión madre-feto), tiene lugar una replicación muy rápida en la cavidad oral y la faringe y en los nódulos linfáticos mesentéricos del animal y a partir de ahí se da una viremia, es decir, una entrada del virus en el torrente sanguíneo, a partir de la cual se irá extendiendo a los órganos internos. Esto sucede entre el primer y el quinto día tras el contagio. En el intestino delgado, el virus destruye las células epiteliales de las criptas intestinales y esto conduce a diarreas, en muchos casos, hemorrágicas, y a una mala absorción de nutrientes. Además, como consecuencia de la ruptura de las células epiteliales se rompe la barrera epitelial, que separa las bacterias intestinales de la circulación sanguínea, de modo que bacterias que normalmente se alojan ahí de manera fisiológica pueden pasar al torrente sanguíneo y dar lugar a un shock séptico y a una respuesta inflamatoria sistémica (SIRS) y en la peor de las situaciones, a fallo multiorgánico y a la muerte del paciente.
Por otra parte, cuando el parvovirus se disemina en órganos linfoides, como el timo, el bazo o la médula ósea, infecta a células precursoras de las células inmunitarias, los neutrófilos, predisponiendo al cachorro a infecciones secundarias y a entrar en un estado de inmunosupresión.
Diarrea, vómitos, apatía…acude al hospital
Si tu cachorro se muestra débil, apático, come menos o no ha dejado de comer pero tiene vómitos y diarreas persistentes, en ocasiones hemorrágicas… puede estar infectado por parvovirosis, con lo cual lo mejor es que acudas cuanto antes a un hospital veterinario, ya que si se esperan muchos días, el animal puede entrar en shok hipovolémico, debido a la pérdida de fluidos intersticiales e intravasculares y es más difícil de revertir tanto los signos clínicos como la enfermedad. El diagnóstico se realiza a través de un test Elisa para parvovirosis y el resultado es inmediato, dado que cuando hay síntomas clínicos, los cachorros ya están en el tercero o cuarto día después del contagio y el test tiene una alta sensibilidad, aunque a veces el resultado es negativo porque puede no haber suficiente carga viral aún y requerir otro tipo de prueba confirmatoria, como una PCR en heces. En estos casos, como tienen que enviarla a un laboratorio externo, los resultados tardarán unos días. Gloria Cerviño, responsable de Cuidados Intensivos del Hospital Veterinario Puchol, de Madrid, explica que si el test Elisa da negativo y se tiene una sospecha clínica importante por el estado del paciente de que puede tener parvovirosis es mejor asumir que la tiene hasta que se demuestre lo contrario y tomar todas las medidas de tratamiento y aislamiento como si lo fuera. «Si luego se demuestra que no, por lo menos habremos tomado todas las precauciones necesarias», afirma.
Fluidoterapia y hospitalización
Una de las consecuencias de la parvovirosis es la severa pérdida de líquidos. No solo se pierde líquido intersticial sino que también se puede perder volumen intravascular, con lo cual hay que tratarlo rápidamente. La valoración clínica del animal mediante exploración física para observar el grado de deshidratación, la temperatura, si el animal presenta dolor abdominal; la realización de analíticas sanguíneas para ver si tiene leucopenia (disminución de glóbulos blancos) o el control de electrolitos (potasio, sodio, cloro…) son algunas de las pruebas necesarias para tratar esta enfermedad. Por lo general, el paciente deberá quedarse ingresado en el hospital durante más de una semana y deberá administrársele el tratamiento que necesite dependiendo del cuadro clínico: fluidoterapia intravenosa para corregir la deshidratación, tratamiento con antibióticos, antiparasitarios, analgésicos para el dolor abdominal, antieméticos y probióticos para regular la inmunidad y la motilidad intestinal. Además los probióticos disminuyen el grado de deshidratación, la incidencia de vómitos y diarreas y mejoran el apetito. Lo que también ha demostrado un beneficio muy positivo es el trasplante fecal porque disminuye la estancia hospitalaria y los signos clínicos.
El mejor preventivo: la vacunación
Gloria Cerviño explica que «la severidad de los signos clínicos dependen de la edad del cachorro, de los anticuerpos que tenga, si el paciente ha recibido calostro o alguna vacuna…cuantas más dosis vacunales lleve, probablemente la enfermedad sea más leve». El pronóstico dependerá de la severidad de los signos clínicos, del momento de detección de la enfermedad y del inicio de la terapia. El tener leucopenia o hipoalbuminemia empeora el pronóstico. «No obstante los rangos de supervivencia son altos, llegan al 60 o al 90%, dependiendo del estudio. Los que no lo superan suelen ser pacientes que llegan en estado crítico o en edad adulta. También hay comorbilidades como la parasitosis que complican la enfermedad, pero la mayoría de animales salen adelante» asegura la especialista.
Seguir los protocolos de vacunación es el mejor preventivo para evitar la enfermedad o para que la sintomatología no sea tan grave. Se recomienda comenzar a vacunar entre las 6 y las 16 semanas, cuando empiezan a descender los anticuerpos maternos. La primera dosis a las 6 semanas y repetir la vacunación cada 3 o 4 semanas hasta las 16 semanas de edad. Si se trata de refugios caninos, se recomienda hasta las 20 semanas; luego el refuerzo del año y un recuerdo cada tres años.
¿Pueden quedar secuelas?
Una vez que sale del hospital, el perro afectado por parvovirosis puede seguir eliminando el virus por las heces durante algunos días, por ello será necesario que el propietario adopte las medidas de higiene necesarias y que el perro no tenga contacto con otros animales al menos durante 15 días. En cuanto a las posibles secuelas «algunos podrían quedar con una enteropatía de tipo crónico, pero es poco frecuente. La mayoría de pacientes que hemos tratado por parvovirosis no tienen secuelas a largo plazo» afirma Gloria Cerviño.
Gema Salgado
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