El perro convive con el hombre desde hace miles de años y es sin duda su amigo más leal, pero sobre él se han vertido todo tipo de tópicos que en la mayoría de casos obedecen a que no se entiende que es un descendiente del lobo y no un humano, por muy domesticado que esté, y que por tanto se comunica, socializa y actúa de una forma muy diferente a lo que a veces se espera de él.
Los perros se llevan mal con los gatos:
Es cierto a medias. Veamos por qué. Los perros se comunican con sus congéneres mediante señales corporales, fónicas y olores. Cualquier movimiento del rabo, de las orejas o de otra parte del cuerpo de un igual o de otro animal lo interpretan según el lenguaje canino. Así, cuando se encuentran dos machos que no se conocen, se acercan el uno al otro con cierto nerviosismo y la cola erguida. Los perros más inseguros se empequeñecen, agazapándose y echando las orejas levemente hacia atrás y escondiendo el rabo entre las patas: en cambio, el perro dominante se crece, erizando el pelo de la nuca y el espinazo, se pone rígido y tenso y clava su mirada en la de su adversario.
¿Qué pasa cuando un perro y un gato que no se conocen se encuentran? Pues que las señales emitidas entre ellos tienen distintos significados. El gato mirará al perro fijamente a los ojos, lo cual será tomado por el perro como un acto desafiante; mientras que para el gato la amenaza viene de la posición de la cola y el lomo erizado durante el encuentro, que advierte al enemigo de lo grande que uno es.
Si el gato se queda quieto será muy poco probable que el perro le ataque. Normalmente los perros persiguen y atacan a los gatos cuando estos echan a correr, porque se les despierta el instinto de caza, que les incita a correr tras la presa. Otras veces lo hacen para intentar jugar con ellos, porque como animales sociales tienden a la interacción, cosa que los gatos, animales solitarios, no aceptan muy bien de entrada.
Por otro lado, los perros suelen mover la cola cuando quieren interactuar con el animal que tienen enfrente, pero el movimiento de la cola en el caso de los gatos se produce en situaciones de tensión y desconfianza, por lo que puede haber malentendidos.
El ronroneo del gato, señal de comodidad y predisposición al contacto, puede ser interpretado por el perro como un gruñido, como una señal de hostilidad.
En poco tiempo, perro y gato aprenden e interpretan el lenguaje corporal el uno del otro y pueden llegar a ser buenos compañeros.
“Cuando el perro y el gato viven juntos desde pequeños son capaces de comprenderse y comportarse, así que con una buena socialización es posible ver a perros y gatos juntos, quizás no jugando, pero sí compartiendo hogar” explica Eva Dengra, adiestradora y etóloga canina.
De hecho, es más probable que un gato llegue a aceptar mejor la introducción de un perro que de otro gato en el hogar puesto que sus prioridades e intereses son un poco distintos y existe menos competencia entre ellos por los recursos:
El gato es un animal de hábitos nocturnos cuya prioridad es el territorio, que domina en sus tres dimensiones y el perro es diurno, prefiere disponer de la atención de los propietarios en todo momento, y no puede subir a las alturas como el gato.
Perro ladrador, poco mordedor
Falso. Cuando nos acercamos a una casa y aparece un perro muy ladrador éste está defendiendo algo que considera suyo, por lo que será tenaz en su defensa. El hecho de estar en su territorio le hace además sentirse más seguro, lo cual hará que ponga más resistencia de lo normal ante la presencia de cualquier intruso. No se debe subestimar nunca a un animal en estas circunstancias, porque es posible que el ladrido exagerado solo sea una estrategia para intimidar al adversario y a la hora de la verdad se eche para atrás si el intruso invade sus dominios, pero ni todos los perros son iguales ni todos van de farol. Si contrae la boca y muestra los dientes… la advertencia no puede ser más clara. Mejor retirarse.
El castigo no sirve si es a destiempo
Cierto. Es un gran error castigar a un perro tiempo después de haber hecho una trastada o de haber hecho sus necesidades en cualquier rincón de casa que no tocaba. Si le llevamos hacia el lugar donde se encuentra el charco de pipí, por ejemplo, y le acercamos el hocico, no lo va a entender, se quedará asustado y desconcertado sin saber qué esperamos de él porque no puede asociar más allá de unos segundos después de que haya realizado la acción que queremos reprender.
Si tenemos más de un perro debemos tratarles por igual
Falso. Este es un pensamiento que se deriva de nuestra conducta como humanos, pero no es la mejor manera de tratar a una manada de perros. Nuestros peludos no entienden de igualdad ni de reglas democráticas. Sus esquemas mentales son jerárquicos, lo que implica que cada miembro del grupo tiene unas ventajas y privilegios dependiendo del nivel que ocupe en el grupo. Para evitar conflictos deberemos respetar esta jerarquía favoreciendo a los ejemplares de mayor rango.
Es bueno que el perro se lama sus heridas
No del todo. La saliva de los perros está muy expuesta a todo tipo de bacterias (todos sabemos que con su boca nuestras mascotas prueban cosas que nosotros no nos atreveríamos jamás) pero también se ha descubierto que de la misma manera, tiene componentes antibacterianos. Cuando por instinto nuestra mascota lame sus heridas, el ácido ascórbico de la saliva reacciona con los nitratos de la piel, formando pequeñas concentraciones de monóxido de nitrógeno que ayudan a desinfectar y a cicatrizar y además contiene anticuerpos no específicos para atacar los microorganismos (inmunoglobulinas A), pero que el perro se lama no es una garantía, ya que una herida que se mantiene húmeda puede empeorar. Deberemos pues acudir al veterinario y tratar la herida con el medicamento que nos prescriba: pomada, antibiótico, etc. En muchos casos, el mismo veterinario puede recomendarnos ponerle un collar isabelino para evitar que el perro acceda a la herida.
El perro adulto no aprende fácilmente
Falso. Un perro adulto aprende casi con tanta facilidad como un perro joven, lo que ocurre es que cuanto mayor es, más se resiste a cambiar sus esquemas mentales, sus hábitos y conductas, que se han visto reforzadas en cada repetición a lo largo de su vida. Aunque da igual la edad que tenga para comenzar a educarle, lo ideal es enseñarle desde muy pequeño, cuando es un cachorrito de dos meses, que es una esponja y aprende con mucha facilidad. Con esta edad se le pueden ir enseñando ejercicios de obediencia y estimular el desarrollo de sus capacidades cognitivas, estableciendo normas y límites para facilitar la convivencia y la socialización, de cara a prevenir problemas de conducta.
No necesito sacar a pasear a mi perro, tengo un jardín muy grande
Falso. Es estupendo que nuestra mascota pueda disfrutar de un jardín amplio, pero es un error no sacarle a pasear fuera de él tan a menudo como sea posible. De la misma manera que los humanos necesitamos cambiar de entorno para tener otros estímulos y salir de la rutina, los perros también. Es una cuestión de equilibrio. Si no tienen la oportunidad de ampliar y explorar territorio puede darse la circunstancia de que se produzcan alteraciones del comportamiento.
Los perros de presa son un gran peligro
Depende cómo se les eduque. Una educación responsable y basada en el afecto y el refuerzo positivo logra peludos equilibrados y bien educados. La mayoría de personas que disfrutan de la compañía de perros catalogados como potencialmente peligrosos saben que estos animales son sociables, cariñosos y unos buenísimos compañeros.
De hecho, si están bien socializados, la mayoría de perros de presa presentan un vínculo emocional especialmente fuerte con los humanos, aunque por su tamaño y características físicas sí que hay que prestar atención en sus relaciones con otros perros.
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