Labradoodle, pomsky, puggle, cockapoo, exotic fluffy bully…son algunos de los perros de moda o perros de diseño que en los últimos años se cotizan al alza por quienes van buscando un aspecto determinado en su animal de compañía, como el tamaño (los mini-toy caben incluso en una taza de café o en un pequeño bolso), el que sean chatos y de apariencia bonachona… o rasgos del comportamiento como la docilidad, el carácter calmado, la inteligencia o que sean juguetones, por ejemplo. En otros casos se les requiere por sus supuestas características «hipoalergénicas», aunque no hay estudios científicos concluyentes al respecto. A pesar de todas sus aparentes virtudes, la mayoría de estos perros suelen tener severos problemas de salud que abren un debate ético acerca de la conveniencia o no de seguir con su cría.

El labradoodle, cruce entre labrador retriever y caniche, es uno de los perros de diseño más solicitados
La Federación Cinológica Internacional reconoce actualmente unas 354 razas de perros en el mundo que aumentan de año en año. Frente a las razas de toda la vida y los perros mestizos naturales, los criadores han favorecido a lo largo de los tiempos la reproducción de ejemplares con características cada vez más acomodadas a las demandas sociales y culturales humanas dominantes, en las que lo último son los perros de tamaño pequeño o muy pequeño que destacan por aspectos como su fácil manejo, su docilidad o su carácter tranquilo y familiar. ¿Se están convirtiendo estos nuevos perros en juguetes vivos o sustitutos de los niños en parejas jóvenes más que en animales de compañía? Al margen de si es ética o no la humanización de un animal, surgen otras cuestiones a considerar en este tipo de cruces, ya que el resultado son perros que en la mayoría de casos presentan problemas de salud que pueden mermar sensiblemente su bienestar y calidad de vida.
Cuando prevalece el aspecto y la popularidad
Susana Dunner, profesora e investigadora en genética animal en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, explica que al igual que ha habido una explosión en los últimos años de la popularidad de determinadas razas con rasgos exagerados, en especial las que tienen una conformación braquicefálica (carlino o pug, bulldog francés o inglés, Boston terrier…) y que en algunos países como Noruega ya se está restringiendo su cría debido a los múltiples problemas respiratorios y de locomoción que padecen, con los nuevos perros a la carta o de diseño, puede ocurrir algo similar. «Para la obtención de un perro de este tipo, los criadores lo que hacen es elegir una serie de animales muy estandarizados de cada una de las razas, con una serie de rasgos muy definidos: el caniche, el chihuahua, el buldog francés…en el primer cruce se quedan con los que tengan los rasgos comportamentales y de aspecto que van buscando, lo cual es harto difícil de ver si realmente los tienen y luego van haciendo cruces y retrocruces para mantener esos rasgos genéticos y fijarlos. El problema sobreviene cuando al final, este sistema de cruzamientos se realiza con muy pocos reproductores y esto da lugar a mutaciones que se reflejan en patologías y malformaciones en el animal, algo que no siempre es compatible con una vida plena y feliz», asegura Dunner. Muchos de estos perros suelen sufrir displasia de cadera, como es el caso del labradoodle (cruce entre labrador retriever y caniche) o el puggle (cruce entre el pug y el beagle); luxación de rótula, en el caso del cockapoo (cruce entre cocker spaniel y caniche) y la mayoría suelen padecer problemas de visión. Las razas de perro miniatura, que pesan menos de 5 kilos y no miden más de 40 cms (algunos incluso menos), pueden padecer problemas respiratorios y del corazón y sus extremidades son muy delicadas. Algunos criadores, además, entregan a los cachorros antes de tiempo, comprometiendo el desarrollo correcto del animal y su salud futura (un cachorro debe al menos permanecer dos meses con su madre recibiendo su alimento y cuidados).
Anteponer la salud y el bienestar
Por su parte, la Federación Española de Veterinarios pone de manifiesto que «deberían fomentarse las prácticas de cría que antepongan la salud y el bienestar de los perros, evitando la cría de fenotipos y genotipos poco saludables para prevenir rasgos exagerados o trastornos genéticos que comprometan la salud y las condiciones de vida del animal». Partiendo de que la cría de este tipo de perros está claramente impulsada por la demanda social, por personajes populares influyentes, medios de comunicación o películas, la FEV recomienda no adquirir este tipo de animales para evitar más modificaciones genéticas y en caso de adquirirlos, recurrir a la adopción y tener en cuenta que su alimentación y tratamientos pueden ser costosos, algo que se añade al alto coste que se viene pagando en los diez últimos años por este tipo de ejemplares, un precio que oscila entre los 600 y los 3000 euros, dependiendo de la raza, aunque por algunos ejemplares de cavalier king charles spaniel, de los más cotizados, se puede llegar a pagar más de 10.000 euros.

El cruce entre husky siberiano y pomerania da lugar al pomsky, un perro de tamaño mediano
¿Hipoalergénicos? una verdad a medias
Uno de los mayores argumentos de venta de los perros de diseño, aparte de su pequeño tamaño y características de comportamiento idóneas para la convivencia en familia o para tutores inexpertos, es que se dice de ellos que son hipoalergénicos, es decir, que son ideales para personas alérgicas porque no provocan las reacciones típicas de otros perros de mayor tamaño y pelo largo en las personas sensibles, pero, ¿es esto cierto? José Manuel Zubeldía, jefe del Servicio de Alergología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, explica que las alergias en las personas están causadas por proteínas que se encuentran en la saliva, la orina y el epitelio o caspa que desprende la piel del animal, pero no por su pelaje, como se tiende a creer. En este sentido, Zubeldía añade que «aunque no se puede decir que haya razas de perros hipoalergénicos, la reacción alérgica puede ser menor cuando el perro es de tamaño pequeño, ya que disminuye la cantidad de epitelio que se desprende del animal».
Más allá de las modas
Susana Dunner, aparte de mantener una opinión crítica respecto a la «fabricación» de perros de diseño también pone en entredicho otras prácticas que se realizan actualmente con las mascotas, como la clonación, muy popular en Estados Unidos, especialmente en el mundo de las celebrities y entre personas de buena posición económica. Al respecto afirma que «si tu clonas un animal porque le tienes un amor enorme, tiene una enfermedad terminal, por ejemplo y no quieres renunciar a él cuando muera, y además no solo te encantan sus rasgos físicos, sino que a nivel de comportamiento es un animal estupendo, te arriesgas a que al clonarlo te salga algo bastante diferente, debido a que este nuevo ejemplar va a crecer en un ambiente distinto. Igual entre que se recoge la muestra, que se hace todo el proceso y que nace el animal han pasado diez años y en estos diez años de diferencia el ambiente puede ser totalmente diferente: igual te has cambiado de casa, le estás dando una alimentación distinta, en tu casa ya no hay niños, tu eres más viejo…entonces, el comportamiento puede variar. Hay marcadores epigenéticos que pueden hacer que ese animal sea diferente. No sólo interviene la genética. Se puede generar un animal muy parecido, pero el resultado no suele ser el mismo», argumenta la investigadora.
Dunner apunta que «es muy importante tomar conciencia de que una mascota es un animal al que tenemos que considerar como un hijo, comprometiéndonos a mantenerlo en buenas condiciones y en un buen ambiente. No debería ser el resultado de una moda. Hay que entender que el obtener un animal de forma dirigida no está exento de problemas para su salud. Luego está la cuestión de si quien quiere un animal muy pequeño, ¿realmente quiere un animal o un peluche? Hay que tomarse la vida de los animales más en serio. No son juguetes», concluye.
Gema Salgado
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