El rostro de Rosa Sánchez es desconocido para los espectadores, pero es una de las responsables del éxito de varias temporadas de ‘Veterinaris’. Fue la primera realizadora de un programa de referencia de la televisión con animales y marcó una pauta muy reconocible en producciones de ámbito nacional que también se desarrollaban en clínicas veterinarias, granjas, etcétera. Repasamos con Rosa el éxito de una docuserie que continúa en antena… y parece que por mucho tiempo. Ella ya ha pasado el testigo a otros compañeros pero su manera de hacer marcó un estilo que permanece inalterable.
‘Veterinaris’ consiguió un hecho sorprendente en televisión del siglo XXI: reunir a la familia al completo frente al televisor ¿qué tenía como programa que no tenían otras propuestas de la tele?
Efectivamente ‘Veterinaris’ consiguió que la familia entera se interesase por el programa.
Yo creo que hasta a aquel momento pocos programas de televisión, que tuvieron a los animales como protagonistas, mostraron a los animales desde un punto de vista tan próximo a ellos y a los propietarios. Nosotros nos alejamos de la mirada más “circense” hacia esa relación. Durante las grabaciones, a veces de semanas o meses, convivíamos con los protagonistas durante la enfermedad del animal, el proceso de sanación, los cuidados… Nuestro reto era intentar trasladar al espectador, de la manera más respetuosa y próxima, la relación existente en el triángulo animal-propietario-cuidador o veterinario.
Muchos de los espectadores descubrieron que los animales podían tener enfermedades “muy humanas” como la obesidad, la tristeza o incluso algo parecido al Parkinson. También conocimos a través de los etólogos que los animales podían tener problemas psicológicos o de comportamiento como los humanos. Todo esto sorprendió a muchos de los espectadores y fue generando interés por la serie.
En la serie también vimos otro tipo de relación entre animales y personas, como el caso de animales salvajes. Grabamos entre otros escenarios en el zoo de Barcelona. Y la finalidad también siempre fue la misma: acercar al espectador esa relación especial entre el animal y su cuidador.
Pudimos enseñar las bambalinas de sitios desconocidos para el gran público. Mucha gente ha visitado el zoo, pero nunca antes había visto dónde duermen los animales en el zoo o cómo los cuidadores preparan la comida para los leones o como hay que preparar una “visita rutinaria” a un tigre con un veterinario encargado exclusivamente de controlar que la anestesia no dejara de hacerle efecto.
También, muchos de los veterinarios o cuidadores, con mucha personalidad y pasión por su trabajo, supieron introducir, de manera muy didáctica, consejos sobre cómo cuidar a las mascotas o cómo relacionarse con un animal salvaje.
¿Había trabajado antes con animales? ¿Y en televisión?
No. Nunca antes había trabajado en televisión con animales. Y la verdad es que fue muy fácil.
El planteamiento de grabación de una docuserie es dejar que las cosas pasen delante de nuestras cámaras sin forzar ningún tipo de acción y que las cosas fluyan de una manera natural.
Invertimos mucho tiempo en conocer y acompañar a profesionales, propietarios y también a los animales para que se acostumbraran a nuestra presencia poco a poco.
El éxito de las grabaciones dependía en parte de la capacidad de comunicación y didáctica de los profesionales y también de la pasión por su trabajo y de la capacidad de relación empática con el cliente.
¿Qué es lo más fácil y lo más complicado de hacer televisión con animales?
Lo más fácil fue la relación con los profesionales que nos enseñaron cómo acercarnos a los animales. También la relación con los propietarios fue muy fluida. Ellos siempre estuvieron dispuestos a dejarse grabar y facilitar la grabación con sus mascotas.
Lo más complicado quizás fue la cantidad de horas que invertimos en el seguimiento de los casos o las guardias esperando, por ejemplo, un parto.
Estuvimos haciendo guardia durante más de 15 días para esperar que naciera un potrillo. Pusimos una cámara en la cuadra y controlábamos a distancia al animal. Pero parecía que era capaz de percibir que allí había algo fuera de lo normal. Después de 15 días, parió. Lo hizo de madrugada y siempre pensé que lo hizo en el momento en que estábamos un poco más despistados. De hecho, salimos 5 minutos a tomar algo de café y al volver, la cabeza ya asomaba. Fuimos testigos de los últimos minutos del nacimiento. De los mejores momentos que grabamos.
Es muy importante, sobre todo cuando hablamos de animales salvajes, ser muy respetuosos con las indicaciones de los veterinarios o cuidadores. Hay que saber esperar el mejor momento para acercarse con las cámaras. Nos dieron consejos muy prácticos como no mirar directamente a los ojos de un chimpancé o alejarse de la zona aséptica durante la grabación de una operación en un quirófano.
Una anécdota: los caballos son animales que fácilmente se estresan y tienen algunos miedos si no conocen a quien se les acerca. Nos aconsejaron que siempre fuéramos por delante y no usáramos la “jirafa de sonido” pues se asustaban al verla.
¿Los diferentes casos que llegaban a las clínicas dictaban, por sí mismos, el ritmo del programa?
En cuanto a la grabación de las clínicas de mascotas, lo que hicimos primero fue escoger los centros en función de los veterinarios. El éxito de las grabaciones dependía en parte de la capacidad de comunicación y didáctica de los profesionales y también de la pasión por su trabajo y de la capacidad de relación empática con el cliente. Después, hacíamos guardias en esas clínicas para conocer de cerca los propietarios. La elección de los casos entonces ya estaba en función, primero de la predisposición de los propietarios y, sobre todo, de que ese caso tuviera un recorrido a hacer. Es decir, que no fuera una visita solamente. En las docuseries, uno de los ingredientes necesarios es que los casos tengan un reto a superar. De manera que se pueda serializar y explicar en varias secuencias y en uno o más capítulos.
¿Cuál fue el caso más entrañable para usted? ¿Y la experiencia más dura?
Yo tengo un magnífico recuerdo de muchas de las historias que grabamos para la serie porque al final te quedas con lo que hay de trasfondo en cada caso. Recuerdas un caso porque acabó bien, o porque murió el animal, por la tristeza que generó a los propietarios o momentos mágicos como un nacimiento. Pero creo que todo el equipo coincidiríamos a hablar de la historia de Carlitus. Carlitus era un conejo que la señora Helena tenía como mascota y cuyo problema era la obesidad. La peculiaridad de la mascota, lo entrañable que era la propietaria y la complicidad del veterinario de la clínica ‘Exòtics’ de Barcelona, Xavier Valls, hicieron de Carlitus la “estrella” indiscutible de la serie.
Las muertes de las mascotas que sacuden emocionalmente a sus propietarios siempre generan una tristeza para el equipo. Pero recuerdo con especial dureza, la lucha de un equipo entero de cuidadores del zoo de Barcelona, encabezados por el veterinario y conservador de mamíferos Conrad Ensenyat, para salvar una jirafa en estado de gestación. Tras muchas horas de lucha, la jirafa murió. Para el equipo de cuidadores fue un golpe duro y para nosotros también.
Hay dos palabras comunes: pasión por su trabajo y una sensibilidad especial para animales y sus propietarios.
¿Qué destacaría esencialmente del día a día de los veterinarios?
De todos los que hemos conocido hay dos palabras comunes: pasión por su trabajo y una sensibilidad especial para animales y sus propietarios. Si hablamos de los veterinarios que se dedican al cuidado de las mascotas, la mayoría tienen un gran conocimiento de la psicología humana. Deben saber trasladar conocimiento a los propietarios, consejos y muchas veces acompañarlos en malos momentos. Además, tienen una magnífica capacidad de convicción: a algunos propietarios les cuesta aceptar de entrada las prescripciones del veterinario. Y también existen algunos propietarios un poco inconscientes con el tipo de mascota que tienen. Hay que saberlos convencer de que quizás no estén dando los cuidados necesarios al animal.
Ha tenido la oportunidad de ser observador en las consultas, en los casos. ¿Qué preocupa más a los propietarios? ¿Y a los veterinarios?
La mayoría tienen miedo a que sus mascotas enfermen o mueran, pero también vimos como a muchos de ellos les preocupa si están dando los cuidados que el animal necesita. Por ejemplo, si le dan el alimento correcto, qué rutinas deben seguir, si deben beber mucha o poco agua, si necesitan luz artificial como en el caso de algunos animales exóticos… Se preocupan por si cumplen como ‘buenos propietarios’.
A los veterinarios obviamente les preocupa salvar el animal, pero también que el propietario entienda que algunos animales requieren de unos cuidados que no siempre el propietario de la mascota conoce. En una ocasión, a una propietaria de un camaleón, el veterinario le explicaba que su mascota debería comer ratoncillos. Ella explicaba que no se los daba por principios éticos y la respuesta fue muy clara: si quería tener una mascota de esas características debía tomar conciencia de lo que necesita el animal para sobrevivir. De no actuar así, simplemente no estaría dando los cuidados necesarios a su animal de compañía.
¿Ha habido alguna ocasión en que se ha implicado personalmente en un caso? Si es así, ¿qué le impulsó a hacerlo?
La verdad es que intentamos que las historias que grabamos no nos influyan mucho anímicamente, sobre todo para abordarlas desde una perspectiva lo más neutra posible. Pero a veces, sobre todo si has grabado durante mucho tiempo un caso, es difícil no acabar sintiendo un poco lo que siente el propietario, su tristeza, su alegría, sus momentos de euforia, de complicidad.
También nos hemos reído mucho con algunos propietarios y sus peculiares mascotas. Una de las secuencias más famosas de la serie es aquella en la que vemos a la propietaria de Carlitus dando de comer una ‘neula’ (dulce de navidad) al conejo, desoyendo los consejos del veterinario que le prohibió algunos alimentos para que pudiera bajar peso. Allí “fuimos cómplices” un poco gamberros de la señora Helena.
Al acabar cada temporada del programa ¿qué se planteaban para la siguiente?
Siempre que haces series en televisión, la máxima preocupación es intentar no repetir contenidos. Por lo tanto, intentábamos cambiar de escenarios para poder hablar de otros animales, de otras maneras de tener mascotas, etcétera. Aun así, sabíamos que había algunos veterinarios con mucha personalidad deberían repetir temporada tras temporada. Entonces se trataba de hablar de otras enfermedades, buscar perfiles diferentes de propietarios. También abrimos el campo geográfico y grabamos en otras localidades que no fueran Barcelona. Así estuvimos en La Cerdanya y en Almacelles –cerca de Lleida- para grabar a veterinarios rurales; en Vic y en Girona, para grabar otras clínicas de mascotas y en Parc Animalier de Les Angles, en la Cerdanya francesa, donde hay un gran recinto con animales salvajes que viven en semilibertad.
Bandi, la Beagle, murió al cabo de 4 años. Estaba enferma del corazón y entonces entendí a muchos propietarios.
¿Tiene mascota? ¿La tenía antes de hacer el programa o llegó después a su vida? ¿Fue consecuencia de hacer ‘Veterinaris’?
Coincidió con una de las primeras temporadas de la serie que tuvimos la oportunidad en casa de acoger un perro, una cachorra Beagle, que iban a sacrificar. Jamás había tenido un perro en casa. Confieso que muchas veces no entendía las preocupaciones de los propietarios. Incluso pensaba que eran exageradas.
Bandi, la Beagle, murió al cabo de 4 años. Estaba enferma del corazón y entonces entendí a muchos propietarios. Después de Bandi, llegó otra perra también acogida: Lylith, un bodeguero que ahora tiene 4 años. Y desde hace 2 años tenemos a Gel, una gata que recogimos en la calle después de asistir a un partido de ‘hockey’ hielo. De ahí el nombre.
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