Presentes en nuestras casas desde que la agricultura les atrajo a los graneros domésticos librándonos de los estragos de los ratones, los gatos aún hoy en día, en que se han convertido en mascotas y no se ven obligados a cazar, sino que en la mayoría de ocasiones hacen vida puertas adentro como uno más de la familia, conservan su morfología y conducta de felinos astutos y mantienen intactas sus prodigiosas dotes depredadoras. La agudeza de sus sentidos, su gran agilidad y flexibilidad, su gran equilibrio y sigilo al caminar, su belleza y su carácter independiente y juguetón nos hace verles como compañeros fascinantes de vida. En este artículo te explicamos esas increíbles capacidades que los hacen tan especiales.
Al igual que el resto de felinos, el gato doméstico ha sido dotado a través de la evolución con diferentes capacidades físicas y sensoriales que le permiten ser un cazador y depredador de excepción, incluso en la actualidad en que no tienen la necesidad de cazar. Si tenemos gato y le permitimos salir al exterior (ver artículo «Gato doméstico con vida libre ¿qué necesita?»), seguramente alguna vez aparecerá con algún trofeo: algún pájaro, lagartija o ratón que haya obtenido en sus paseos nocturnos y con el que espera complacernos…Y es que sus habilidades no son pocas:
Ágil como un gimnasta. La estructura ósea del gato, formada por 244 huesos, 40 más que los humanos y por unos discos intervertebrales muy elásticos, y el hecho de tener una fuerte musculatura, lo dotan de un cuerpo extremadamente flexible que le permite amortiguar los saltos, hacer movimientos rápidos y precisos e incluso cambiar de dirección en plena carrera o mientras salta, así como escalar paredes verticales. La poderosa musculatura de sus patas traseras le permite correr a unos 48 km/h y saltar una distancia de 5 a 6 veces la longitud de su cuerpo. Su agilidad, y el hecho de que puede caer de la azotea de un edificio de cierta altura y sobrevivir sin problema, nos hace pensar que siempre cae de pie, cuando en realidad lo que ocurre es que gracias a un reflejo que se genera en el sistema vestibular de su oído, puede recuperar su centro de gravedad enseguida, enderezando su cabeza y su cuello y girar hasta 180 grados su cuerpo poniendo rápidamente sus patas hacia abajo y arqueando su columna como si de un paracaidista se tratara. Esto y el hecho de que durante la caída yergue su cola para equilibrar el aterrizaje, le garantiza el éxito en la caída incluso cayendo de gran altura. Por algo se dice que los gatos tienen siete vidas, aunque no hay que ser confiados y hay que extremar precauciones porque también pueden sufrir serios daños.
Discreto y sigiloso equilibrista. Ver a un gato avanzar de manera sinuosa por las ramas de un árbol o por la estrecha baranda del balcón controlando con total seguridad sus movimientos, es posible, como veíamos en el apartado anterior, por un reflejo que se genera en unos pequeños canales de su oído interno, cubiertos de líquido y diminutos pelos que actúan de forma sincronizada con su visión y el resto de su cuerpo, permitiéndole un perfecto equilibrio. Sus almohadillas y sus uñas retráctiles, por otra parte, le facilitan poder caminar, agarrarse y ponerse a la carrera sigilosa y silenciosamente, sorteando cualquier obstáculo a la vez que pasa desapercibido, una de sus capacidades adaptativas para la caza más características.
Super visión nocturna. Al igual que el resto de felinos, la necesidad de cazar por la noche hizo que los ojos de los gatos desarrollaran una visión nocturna privilegiada, contando con una sensibilidad siete veces mayor que la de los humanos para detectar la luz en situaciones de penumbra o semioscuridad. Para mejorar aún más la visión con poca luz, los felinos tienen una capa reflectante detrás de la retina (Tapetum Lucidum) que puede aumentar entre 30 y 50 veces la sensibilidad de los bastones, sus células fotorreceptoras sensibles a la luz. El Tapetum Lucidum es el responsable de que los gatos aparezcan con los ojos brillantes en las fotografías nocturnas realizadas con flash. Por el contrario, cuando hay mucha luz, no pueden ver los colores con tanta intensidad como nosotros. Cierran su pupila vertical hasta convertirla en una fina rendija. De esta forma, más que fijarse en los detalles, detectan a la perfección el movimiento de cualquier cosa y evalúan su velocidad y trayectoria. El hecho de tener los ojos grandes respecto a su cuerpo y de tenerlos situados mirando al frente amplían su campo de visión a unos 200 grados (el nuestro es de 180) y le confieren una visión periférica mayor (de 30 grados a cada lado, frente a los 20 grados a los que podemos llegar las personas). De esta manera, los gatos tienen una visión tridimensional que les permite medir la profundidad de campo y determinar la distancia hacia los objetos que se sitúan frente a ellos. Sin embargo, no pueden hacer foco en algo que se encuentre a menos de 30 cm. Para ello utilizan sus bigotes.

Bigotes que funcionan como un radar. A falta de una precisión en el enfoque en distancias cortas, como acabamos de ver, los gatos cuentan con las vibrisas, sus característicos bigotes, unos pelillos rígidos cinco veces más anchos que su pelo normal, rodeados de una cápsula fibrosa llena de sangre unida a múltiples terminaciones nerviosas. Estas vibrisas están insertadas a tres veces mayor profundidad que su pelo normal y funcionan como un radar o sensor para detectar cualquier presencia u objeto que se sitúe muy cerca, incluso en la oscuridad. También les sirve para medir el tamaño de cualquier escondrijo o agujero en el que se quieran colar. La mayoría de gatos tienen 12 bigotes o vibrisas a cada lado de la nariz (24 en total) en cuatro filas horizontales, aunque las pueden presentar también en las cejas, detrás de las patas traseras y en algunos casos en la barbilla. Una curiosidad es que con sus bigotes, el gato puede detectar diferencias en la temperatura, campos electromagnéticos y fenómenos climáticos, como temblores y erupciones volcánicas.
Orejas que rotan independientemente y oídos que perciben ultrasonidos. Una peculiaridad de los gatos es que pueden mover sus orejas independientemente la una de la otra en un rango de 180 grados y dirigirlas, como si de una antena parabólica se tratara, hasta la fuente de sonido. A esta habilidad adaptativa hay que añadirle que los pelillos localizados en su pabellón auricular, al igual que veíamos con sus bigotes, le permiten detectar cualquier movimiento o ruido suave, así que incluso en oscuridad total pueden determinar cualquier amenaza o presa solo por los sonidos. Hay que tener en cuenta además, que su oído es sensible a altas frecuencias, con lo cual pueden percibir ultrasonidos de hasta 50.000 Hz, mientras que las personas solo captamos frecuencias hasta los 20.000 Hz.
Un olfato muy fino que detecta olores y feromonas. Gracias a su desarrollado y sensible olfato, los gatos no sólo captan los olores que nosotros también percibimos, sino otras señales químicas, como las feromonas, mensajes que se transmiten entre individuos de la misma especie y que ellos reciben en la mucosa olfatoria y en un órgano especial llamado vomeronasal, situado entre el paladar y las fosas nasales. Algunas de estas feromonas sirven para marcar el territorio, otras tienen funciones sexuales y otras les resultan necesarias para apaciguar o para alertar contra una posible amenaza. De esta forma, a través de su olfato, el gato puede detectar una posible presa, un depredador al acecho, una hembra en celo, un gato invasor o alimento en mal estado, entre otros olores característicos.
Un gusto selectivo que le permite saborear los olores. La lengua de los gatos es áspera y cuenta con una textura similar a la de un cepillo. Con ella se acicala el pelaje en su ritual diario de limpieza, como es bien sabido. No obstante, los receptores del sentido del gusto en este felino se encuentran en la punta de la lengua, en la parte trasera y a ambos lados. Otra característica que hace de este un sentido muy especial en el gato es que el órgano vomeronasal u órgano de Jacobson, que veíamos al hacer alusión al olfato, situado detrás de los incisivos superiores, hace posible que el gato inhale los olores y que ese órgano los analice como si los saboreara. Otra curiosidad del sentido del gusto del gato es que no detecta el sabor dulce debido a una mutación genética que inutiliza los detectores de este sabor en sus papilas, posiblemente debido al hecho de que es un animal carnívoro que no necesita alimentos de sabor dulce, como las frutas o las féculas.
Gema Salgado
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