Diferentes estudios apuntan a que el comportamiento agresivo en el perro es hereditario, pero también tiene mucho que ver con factores como el miedo, el tamaño del animal, el género, la raza, la edad y aspectos ambientales de convivencia. Una nueva investigación realizada por la Universidad de Helsinki y publicada en la revista ‘Nature’ el pasado 3 de Mayo, así lo confirma.
Aunque algunos perros tienen la fama de «potencialmente peligrosos», otros, a los que no se considera tan problemáticos, suelen ser los más ladradores, gruñidores y los que más mordeduras provocan, pero como suele coincidir en que, en muchos casos, son de menor tamaño y no se teme tanto por el alcance de su ataque, esta «agresividad» pasa desapercibida o se infravalora socialmente, a pesar de que en la convivencia en familia este comportamiento pueda resultar un problema con las personas de la casa, visitantes y con otras mascotas, que puede acabar en el peor de los casos con la entrega del perro, o con la eutanasia.
Es cierto que no es lo mismo sufrir la mordedura de un chihuahua que el ataque de un rottwailer, pero por lo general, la mayoría de comportamientos agresivos se da más por perros pequeños que por perros de razas más grandes. Todos tenemos la imagen del perro pequeño que se encara al grande armando un escándalo considerable mientras el dueño del grande apacigua al suyo para evitar problemas.
Según una investigación de la Universidad de Helsinki publicada el pasado 3 de Mayo en la revista Nature, https://www.nature.com/articles/s41598-021-88793-5, esta escena tan común puede tener su explicación en que los dueños de los perros pequeños los manejan de manera diferente a los perros más grandes. Juegan y los adiestran con menor frecuencia y además, el hecho de que los pequeños sean más fáciles de manejar puede hacer que los dueños no busquen ayuda profesional por comportamiento agresivo de forma voluntaria como los propietarios de perros grandes que detectan este problema.
Perros pequeños y miedosos, los más folloneros
El estudio de la Universidad de Helsinki, cuyo objetivo era identificar los factores demográficos y ambientales asociados con el comportamiento agresivo hacia las personas en los perros domésticos de raza pura finlandeses, utilizó un conjunto de datos online de 9270 perros, que incluía 1791 canes que mostraban comportamiento agresivo frecuente hacia las personas y 7479 perros que no mostraban esta conducta. Las conclusiones de esta investigación señalan que los perros que mostraban un comportamiento agresivo eran, con mayor frecuencia, machos pequeños y miedosos y coincidían en ser los primeros perros que tenía el dueño y los únicos perros de la familia.
Además, la probabilidad de comportamiento agresivo aumentaba con la edad y difería entre las razas de perros. Así, de las razas estudiadas, el rough collie tuvo la probabilidad mayor de comportamiento agresivo, junto al caniche miniatura, el schnauzer miniatura, el perro pastor alemán, el perro de agua español y el lagotto romagnolo. En cuanto a las razas con probabilidades más bajas de comportamiento agresivo, se encontraron el labrador retriever y el golden retriever. El miedo tuvo la asociación más fuerte con el comportamiento agresivo. Se ha descubierto que los perros temerosos y sensibles al ruido, por ejemplo, se comportan de manera más agresiva con personas desconocidas que los perros sin ansiedad.
Estudios previos a este, asociaron también el tamaño del perro con el miedo, poniendo de manifiesto que los perros pequeños podrían ser más vulnerables a los problemas de comportamiento en general. En el estudio finlandés, la probabilidad de un comportamiento agresivo aumentó con la edad y por lo tanto, los perros mayores se mostraron más agresivos que los perros jóvenes. Dado que este tipo de comportamiento puede ser un signo de dolor, es posible que los perros mayores tengan afecciones dolorosas que los hagan más irritables, como es el caso de la displasia de cadera, o trastornos como las cataratas, que pueden disminuir la capacidad de percibir a las personas que se acercan, haciendo que el perro se sienta inseguro, lo cual aumenta la posibilidad de una respuesta agresiva.

Dueños novatos y perro único
Curiosamente, los perros cuyos dueños habían tenido al menos un perro antes, tenían una probabilidad menor de comportamiento agresivo con sus canes, según este estudio. En este factor seguramente influye el hecho de que la experiencia previa puede ayudar al propietario a identificar un problema en una etapa temprana, cuando se puede tratar de forma más eficiente y también es posible que los propietarios experimentados sean más conscientes de la importancia de la socialización y la trabajen desde inicio. Además, si los dueños de un perro tuvieron problemas con su primera mascota, posiblemente hayan tenido más cuidado al elegir una nueva.
Otro aspecto que llama la atención del estudio finlandés es que la compañía de otros perros se asoció con una menor agresividad; algo que se puede deber a que en familias con varios perros estos compiten entre sí por la atención de los dueños y que el perro que se porta mejor adquiere más atención, por lo que los canes se esfuerzan en ser obedientes. Y es que los compañeros caninos pueden ofrecer algo a sus semejantes que los propietarios no pueden, que es la oportunidad diaria de comunicación intraespecífica. Por ejemplo, jugar con otros perros podría disminuir el comportamiento agresivo que surge de la frustración.
A modo de conclusión, estos nuevos datos sugieren que las mejoras en la educación de los propietarios y las prácticas de cría de los perros domésticos, haciendo prevalecer individuos sin miedo en la reproducción, ya que se pone de manifiesto que el comportamiento agresivo tiene un componente genético, podrían paliar la conducta agresiva hacia las personas. El estudio también sugiere que se pueden disminuir las posibilidades de comportamiento agresivo en las mascotas caninas seleccionando cuidadosamente la raza adecuada para el estilo de vida de cada propietario y teniendo más de un ejemplar. Por otra parte, en perros mayores, podría reducirse la incidencia de conductas no deseadas debidas al dolor realizando controles de salud anuales que puedan detectar cualquier problema en sus fases iniciales y evitar una mayor repercusión.
Redacción
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